He ido a un concierto (y no he muerto)

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Mi hereje pagano vikingo interior

Hace un mes y algo compré una entrada para un concierto. Así, sin consultarlo con nadie (pregunté en Twitter si alguien quería ir conmigo, pero la única persona que contestó no podía venir). Hasta ahora, solo había ido a uno, a los dieciocho años. Sí, era un grupo de japoneses travestidos. Y sí, me lo pasé muy bien. Me hizo especial ilusión porque era la primera vez que podía ir a ver a alguno de mis japos, que siempre que venían era a Barcelona o a algún local donde se vendía alcohol. Mi pobre yo adolescente se perdió más de un concierto y más de dos. Poor thing.

El caso es que, por mucho que mis gustos musicales hubieran cambiado con el tiempo, ninguno de mis nuevos artistas preferidos se dignaba asomarse por España. Hasta ahora. Cinco años y medio después. ¿Y por qué es tan especial este momento? ¿Por qué escribir una entrada sobre ello? Pues porque he descubierto dos cosas: no te mueres si vas solo a un concierto y la música pagana es terapéutica.

Vamos por partes.

Antes de saber que este evento iba a tener lugar, me di cuenta de que nadie a mi alrededor compartía mis gustos musicales, así que pregunté en Internet qué opinaba la gente sobre ir a conciertos sin compañía. La mayoría de los que contestaron (cinco o seis personas, vaya) me dijeron que no había ningún problema, que era como ir al cine. A otros les daba reparo (especialmente mujeres jóvenes), y eso era lo que me pasaba: mi problema era que me daba mal rollo ir a un lugar oscuro lleno de gente y volver a las mil y monas de la noche a mi casa (en un barrio de dudosa reputación). Me daba mucho miedo, aunque parezca una tontería. Me aterrorizaba que alguien se diera cuenta de que estaba sola para hacerme cualquier cosa, y no sería la primera vez que ocurre algo así. Y sí, también me parecía muy triste tener que ir conmigo misma y con nadie más a un lugar donde se supone que uno va a pasar un buen rato con sus colegas. Pero ¿qué le iba a hacer? Soy la única persona de mi entorno que escucha con asiduidad a unos alemanes perroflautas que cantan a dioses que antes desconocía en idiomas que no sabía ni que existían. La opción era ir yo sola o quedarme en mi casa papando moscas.

Supongo que, para muchos, la decisión no era tan difícil, pero si alguno de los que me leen me conoce lo más mínimo (o ha leído alguna de mis entradas cortavenas), comprenderá que me costó muchísimo trabajo comprar la dichosa entrada. Sin embargo, como también intento superar miedos, inseguridades y, en general, hacer COSAS además de quejarme, la compré antes de que pudiera arrepentirme. Decidí que no podía dejar de hacer lo que quería simplemente porque nadie quería hacerlo conmigo, así que me lancé a ello. Y me pasé un mes nerviosa pensando en el evento, pero estaba decidida a ir. Era importante para mí, repito, aunque parezca una bobada.

Y llegó el día.

Y fui al concierto.

Y me alegré de haber ido sola.

Yo ya sabía que gustaba la música pagana, pero ¡ah, amigo!, escucharla en directo es otra cosa. Aun con fallos de sonido y una acústica del mal, fue una experiencia casi religiosa. Durante tres horas, estuve casi en trance: solo escuchaba la música, aplaudía hasta que me dolían las manos, me reía con los chistes de los músicos y me quedaba totalmente hipnotizada por el ritmo y la melodía. No notaba que estaba sola ni que me dolía la espalda porque llevaba cuatro horas de pie. No me importaba que fuera un domingo a medianoche ni que tuviera que madrugar al día siguiente. Acabé tan cansada y tan feliz que me dio igual pagar 15 euros de taxi porque era demasiado tarde para volver a casa en metro. ¡Feliz, oiga! Hacía AÑOS que no me salía la sonrisa sola, sin que me diera cuenta. Éramos cuatro gatos en la sala (porque estabais todos en Florence + the Machine, que me pillaba mucho mejor de distancia, dicho sea de paso), pero la gente lo vivía tanto que parecíamos mil. Los músicos acabaron llorando y concediéndonos dos bises. Cuando terminó el concierto, se me había olvidado toda la miseria de la vida. Vamos, que flipé en colores.

Me sentí aliviada por no haber tenido compañía porque pude concentrarme en lo bien que me hacía sentir la música, sin preocuparme de que la persona que hubiese accedido a venir conmigo por caridad cristiana se estuviera aburriendo como una ostra. Hasta «bailé» y todo. «Bailar» en el sentido de «agitarte como un muñequito de esos que mueven la cabeza en los coches», pero para mí eso ya es un logro, teniendo en cuenta que normalmente parece que me han clavado los pies al suelo. Además, sé que no me habría sucedido lo mismo si se hubiese tratado de otro tipo de música, así que he llegado a la conclusión de que la música pagana es terapéutica. Eso, o en otra vida fui meiga, druida, vikinga o cualquier otra cosa y mi alma anciana se ha encontrado con algo que le recuerda a sus años de juventud.

Cuando el festejo estaba terminando, fui consciente de que la sensación se iba a terminar y que al día siguiente la echaría de menos. La gente entendida de poesía dice que eso es la felicidad: sentirte tan bien que añoras el momento antes de que acabe. Pues bien, por eso quería hacer esta entrada: para recordarlo. No quiero quedarme solo con lo malo de estos años. Quiero saber que todavía quedan cosas que me gustan y que hacen que me alegre de estar viva, aunque sea durante un par de horas.

Ya dejo la intensidad, lo prometo. Solo quiero poner por aquí algunas de las canciones que tocaron esa noche, por si queréis escucharlas y descubrir vuestro hereje pagano politeísta interior, igual que yo.

 

Tampoco puedo olvidarme de los teloneros, que fueron la mar de majos y lo hicieron estupendamente.

Creo que ya vale de entradas de desnudez emocional, ¿no? Intentaré traer alguna historia chunga, que sé que en realidad estáis aquí por eso.

Chao, pejcao.

2 comentarios en “He ido a un concierto (y no he muerto)

  1. Pues yo lo doy todo en los conciertos XDDDDDDDDDD Si tuviera tetas, soy de los que lanzaría el sujetador al escenario. He de decir que mi druida interior está en paradero desconocido y/o muerto, pero me alegro de que pudieras disfrutar en vivo de la música que te mola (aunque sea tope de raruna-chunga). Debería trabajar yo también en eso de ir solo a los sitios, que me voy a ahogar de tanto comerme los mocos. Besos paganos.

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